miércoles, 28 de abril de 2010

SENDA COSTERA, TV Y WI-FI

Parece obvio, no todos los hoteles son iguales. No es lo mismo un “Hotel Miramar 2” en la costa Mediterránea que una “Hospedería de la Tía Herminia” en los montes leoneses. Ni siquiera es lo mismo un hostal encima de una gasolinera de la N-457, que un gran hotel de negocios en un parque empresarial de Barcelona o Sevilla. Cierto, tanto es así que gran parte de los clientes de los diversos hoteles saben, o intuyen, que es lo que se van a encontrar y qué limitaciones con respecto a unas cosas u otras tendrán tales instalaciones.
A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que en un hotel de cuatro estrellas en el corazón de un aeropuerto la comida la prepara una señora de pueblo a base de pucheros aprendidos de su abuela, ni que el propietario converse con cada cliente sosegadamente después del desayuno indicándoles, de paso, la mejor manera de aprovechar las caminatas por el entorno. Es tan obvio, que llama la atención que los requisitos a implantar y los manuales de buenas prácticas que se exigen para acceder a las etiquetas de calidad son los mismos para cualquiera de los establecimientos.
Convendría revisar, y definir, en un país como este con enorme desarrollo turístico, los parámetros de lo que se entiende por calidad según los segmentos. La inercia administrativa somete a las mismas exigencias a negocios que por su naturaleza son bien dispares.
En el entorno rural, que es lo que me afecta, la calidad es muy subjetiva, difícilmente definible. Es más bien un cúmulo de sensaciones lo que, al final de la estancia, evalúa al hotel.
Por ejemplo, es fundamental el entorno. Otros establecimientos pueden estar sobre una autopista, y carecerá de importancia si el salón de convenciones es lo bastante amplio y climatizado. O de espaldas a un vertedero, nada que decir si la piscina tiene animación y el mar está a un paso. O sobre un club de rojos neones.
Un hotel rural depende del entorno, y el cliente sentirá, nada más llegar, cierta frustración y hasta sensación de estafa si lo que las fotografías no le mostraron es un gran aparcamiento de autobuses frente a su ventana o la sucursal de una caja de ahorros.
Pero hay más, mucho más. Y dado que las miradas de una multitud se están volviendo hacia el turismo rural hay que hacerse fuerte en los valores de lo que se tiene sin renunciar a ciertos aprendizajes para poder ofertar “nuestra” calidad. Yo particularmente necesito atraerme al cliente a mi terreno, “educarlo”, y hacerle sentir que puede pertenecer al paisaje, salir de su papel de espectador que mira un escaparate más o menos hermoso. La televisión, el Internet, los videojuegos, interfieren en esa intención. Mantienen, a mi modo de ver, a las personas atrapadas en su rutina sin que terminen de ingresar en las vacaciones y se hace mucho más difícil conquistarles. De esa manera se compromete mi aspiración de calidad, tanto como si los desayunos no fueran buenos o la limpieza de las habitaciones dejara que desear.
Para quienes tales accesorios no son irrenunciables recomiendo, en el final de la primavera, un bonito recorrido por el litoral al se le da el nombre de “Senda Costera”

No merece la pena profundizar mucho en los pormenores del recorrido. Tan solo indicar que está bien señalizado, y que cada año se le agrega algún sector más, de momento tiene unos 45 km. de los cuales se pueden hacer todos, muchos o casi ninguno, a pie o en bicicleta, y con la seguridad de que, salvo algún agrícola autorizado –y acaso un aislado gamberro- no seremos molestados por vehículo alguno. Es un trayecto paralelo a la costa, y ocupa buena parte del litoral del concejo de Llanes. Es asequible a todo tipo de público, atraviesa praderas, se asoma a acantilados sobre los que el Cantábrico bate incesante, cruza poblaciones con preferencia de sus rincones más sosegados y, sobre todo, enseña numerosas playas tan hermosas como variadas. Parece mentira que en tan poco espacio quepa tal diversidad.
Me atrevo a recomendar protector solar, gorra, buen calzado y, por encima de veinte grados, bañador – o no, si se baja a ciertas playas…-
Una excursión dentro de ese soberbio marco promete una merecida ducha, agradable cena, descanso. Tal vez entonces se nos antoje lejana la hora en que otras necesidades reclamaban demasiado espacio en el tiempo de ocio.