sábado, 8 de mayo de 2010

RUTA CIRCULAR AL MAR POR EL SUEVE -ETAPA 1-


“Walking Holidays”. En los tiempos de aceptar términos que llegan del mundo sajón convendría ir haciendo sitio a éste. Y no sólo por la expresión -en un vacuo acto de “snobismo”-, esas dos palabras representan una idea, la aspiración de una generación nueva –y creciente- a la hora de decidir sobre sus vacaciones.
Pasar varios días caminando de un lugar a otro no es nada nuevo entre nosotros, y aún debería serlo menos si pensamos en el Camino de Santiago o en el Rocío. Sin embargo, caminar a través de un territorio debería incorporarse a las aspiraciones lúdicas más allá del reducido espacio de las peregrinaciones.
España aun ofrece una riqueza excepcional en este plano, los descomunales intereses del turismo fácil de sol y playa han secuestrado durante décadas cualquier otra mirada y la sociedad se ha ido negando la creencia de que existen más maneras de pasar los días de vacaciones. Las cañadas reales son un ejemplo; una singularidad única en Europa, quizás en el mundo entero, centenares de kilómetros que cruzan un bello país languidecen sin un uso moderno e inteligente, pisoteadas por el olvido y la especulación que sufre al ver unos terrenos en los que meter la uña de la excavadora.
Quizás es tarea de quienes vivimos en el medio rural la conservación de sendas y caminos. Unos recorridos condenados al desuso que provoca el progresivo repliegue de los tradicionales métodos de vida tienen una nueva oportunidad para lucir. Pero mis pasos, y los de unos pocos locos que habitualmente los disfrutamos, son modestos.
Es el hombre quien ensancha el camino, no el camino el que ensancha al hombre”, Esta cita de Confucio define la idea; sin uso, sin el paso de la gente, los caminos se cegarán, caerán en el olvido.

Estamos implantando una novedosa (en España) manera de entender el turismo. Varios circuitos de cinco o seis días por el territorio de Oriente de Asturias durmiendo cada noche en un bonito alojamiento y pisando un terreno que, de momento, no acapara portadas de revistas ni especiales de “100 destinos para esta temporada” ni nada de eso. Eso es exclusividad.
Uno de los circuitos llega hasta el mar. Se sale del hotel
www.laviejaposada.es por un camino junto al río. A menos de un kilómetro, un puente centenario nos baliza un brusco cambio de dirección y se inicia un ascenso por un sendero estrecho que linda con praderas y bosque. La falta de uso, para variar, lo tiene algo cerrado, y hay que esperarse algún arañazo que, como recuerdo, dejarán las zarzas y otras ramas bajas. Se corona en una agrupación de casas (La Llana) y hacia el sur, si el día es claro, puede verse un hermoso paisaje de praderías y bosquetes a los pies de la Cordillera Cantábrica.

A partir de ese rellano se cruza una pequeña carretera para seguir con el ascenso. Nos internaremos por una plantación de eucaliptos, me niego a llamarlo bosque, es una entidad desalmada, vacía del contenido vital de otras masas autóctonas, los caminos se ven atormentados por la escasez de otros seres y el paso de pesadas máquinas que extraen su barata madera. Es un entorno inquietante, silencioso, salpicado de crujidos que las fustas largas y elásticas de los troncos musitan al viento. Como experiencia sirve, y se pueden recoger algunas hojas que derramarán su olor el resto del camino.
Se corona en una pradera con pequeñas agrupaciones de abetos entre las que no es raro ver ciervos. Al norte se nos abre una imagen de prados y montes menguantes en su camino al mar que, con ayuda de la imaginación, ya se intuye. A la derecha una notable mole rocosa llamará nuestra atención, es la Sierra del Sueve, un territorio que recorreremos dentro de dos días. Se inicia entonces un descenso por ancha pista agro-forestal, buitres, águilas y puede que alimoches, sobrevuelan nuestra andanza que haremos acompañados de la mirada boba de las vacas que por allí pastan. Pronto se llega, en el fondo del valle, a una transitada carretera. El rugido de tanto motor parece segar la paz que traíamos, pero en unos pocos minutos, tras cruzarla, la vamos dejando atrás y, de nuevo, las sensaciones agradables se apoderan de nuestros pasos, acaso más fatigosos si el calor aprieta o cierta transpiración que nos recuerda que de una vez deberíamos dejar los cigarrillos.
Por caminos y pequeñas carreteras locales sin apenas tránsito vamos llegando al destino del día. Robles, castaños, hayedos y helechos forman sugerentes espesuras que cada tanto rasgan los pastos, necesarios para que de ellos se alimenten las reses locales cuya carne, sin duda, es una de las mejores que se puede encontrar. El equilibrio natural, esta vez en colaboración con el hombre, ha conformado un armónico espacio imprescindible para muchos tipos de vida, incluida la nuestra, y de paso, se nos ofrece una postal norteña no por tópica menos bella.
Al fin se divisa Torazo, pueblo ejemplar, bello y armonioso, muy cuidado. Podemos posponer su visita para cuando nos hallamos acomodado,
www.losllaureles.com es una confortable, y merecida, opción. Allí nos pueden preparar diversos y deliciosos platos con los que coronar la jornada. No olvidar la ensalada de fresas. Se agradecerá la cama, los silencios y los aromas de Asturias que entran en nosotros con su envoltorio de paz. Buenas noches.