miércoles, 2 de marzo de 2011

TURISMO DE EXPERIENCIAS

En breve se pretende impulsar una novedad turística en España, se trata de un concepto que toma cuerpo de catalogación y, en cierta forma, es algo innovador como en su día, hace 25 años, lo fue el turismo rural, también nacido en Asturias.

En La Vieja Posada aspiramos a dicha catalogación, es un recurso empresarial más, quien se haya tomado la molestia de seguir las anteriores entradas de este Blog sabrá que la filosofía de fondo de quienes sostenemos este alojamiento siempre ha sido la impregnar al viajero de algo más que unos días y unos paisajes para la colección de fotos, de manera que, lo oficial, converge con el espíritu que algunos tenemos de serie.

¿Qué diferencia a un turista de un viajero? La respuesta parece perderse en una difusa frontera existencial. Paul Bowles, en El Cielo Protector, da una pista importante: El turista viaja con billete de regreso, el viajero no.


Con todo, conscientes de las limitaciones de la vida actual, no aspiramos a mantener un negocio sólo con viajeros, pero de alguna manera anhelamos una leve criba que anime a quien de verdad – y no porque esté de moda- busque algo lejos de los monocultivos turísticos, de los estándares de calidad artificiales en los que lo mismo entra una cadena de hamburgueserías que un spa de chocolate.


El dañino pensamiento único abruma al pequeño independiente y, en cierto modo, lo convierte en un guerrero idealista. La manoseada imagen del individuo tumbado al sol como paradigma de la felicidad absoluta tiene ahora el inestimable refuerzo del “yo no soy bobo”; ofertas al 50% y 60% insostenibles para pequeñas estructuras que no se pueden permitir a ese tipo de clientes gorrones a quienes de ninguna manera van a fidelizar, pues en su esencia está la adoración al dios chollo. Solamente con una comprometedora pérdida de calidad es posible acceder a tales modos comerciales, el modelo de negocio cuantitativo NO es compatible con el de aquellos que no viajan para desconectarse del mundo, sino para conectarse a él, a desconocidas y enriquecedoras facetas del territorio que habitamos.


Si duda alguna el bienestar no se puede comprar en un folleto, y todo lo que recibe un nombre adquiere mercantilmente un uso que puede resultar engañoso. Experiencia, por descontado, se asume siempre que se viva, se viaje o no. La experiencia puede ser buena o mala, y en ningún prospecto serio se puede asegurar que valdrá lo que se pagó por ella. Las guías Lonely Planet, Trotamundos, Guides Bleus, etc fueron durante mucho tiempo la muleta en la que se podía apoyar el viajero que tentaba a los destinos inhabituales. Ahora, la red cibernética aporta nuevas miradas en tal sentido, http://www.trourist.com/login o http://www.latourex.org/latourex_en.html son ejemplos y, buceando por ahí, he topado con curiosidades que no me resisto a compartir. Por ejemplo algo llamado “Anacroturismo”, viajar de manera arcaica (en un viejo auto, por carreteras secundarias, en carro…) o también “Ero Travel” una pareja que viaje por separado a un lugar y trate de encontrarse. Se puede escoger al azar un lugar por coordenadas y dejarse caer allí a ver que sucede… como se puede ver sólo la imaginación es el límite a nuestras experiencias (véase airport travel, persecución…)






El cielo, el infierno, el hastío o el clímax están en nosotros, activarlos es consecuencia de nuestra mirada, nuestros actos, nuestras expectativas…





En La Vieja Posada propondremos a la autoridad turística nuestra humilde aportación para ser acreditados como un alojamiento “que vende experiencias” con –para empezar- un par de sencillas actividades que encajarán en el epígrafe Turismo de Experiencias Gastronómico. Básicamente se trata de llegar caminando por un recorrido singular (paisajístico, humano, histórico, monumental…) hasta un escogido restaurante local en donde regalarse, tras la caminata, con una merecida pitanza. A continuación comparto una de las ofertas.



Se sale del hotel en dirección a Infiesto. Sin entrar en la población hay que buscar la pequeña carretera que sube a Biedes, unas cuantas curvas cuesta arriba no deben desanimar a quien espera de la caminata una recompensa. Rebasada la pequeña localidad una carretera sin apenas tránsito nos llevará entre praderías inmersos en un lindo paisaje. La actividad en éstas dependerá de la estación anual, se puede ver la recogida de las manzanas, la poda, siega, roturación o pasteo ganadero. Hacia el sur la formidable cordillera corre paralela a la marcha y propone la ensoñación a través de numerosos valles y cañones que ascienden por sus laderas. Pueblos y agrupaciones vecinales se divisan a lo lejos, insertadas en la mole montañosa.

Pronto aparece a mano izquierda otra carreterita que asciende hacia un área recreativa; Monte Cayón. Otro empujón al ánimo con la certeza de que el esfuerzo valdrá la pena, unas pocas curvas que dibujan a cada cual el valle que nos traía, más y más alejado y, al fin, se llega a unas praderas de uso lúdico; parrillas, una fuente, sombras y el impactante paisaje del valle del río Piloña con las montañas de fondo. Un mirador explicativo ha sido instalado recientemente para situar puntos reconocibles.

Paisaje, sombras y agua, solaz del caminante. Con el espíritu refrescado por la vista y el momento se reanuda la marcha, un descenso entre pinos repoblados por la vertiente norte activará, sin duda, la charla de los caminantes. Se llegará a una pista asfaltada de uso casi ganadero que se ha de seguir hacia el este. Tojos, monte bajo y áspero que acogen, quizás, a rebaños de vacas, nos acompañan hasta un altozano donde una granja parece dividir el territorio. Se sigue descendiendo por la bacheada pista, ahora de tierra, atravesando campas con el paisaje abierto al norte y con el macizo de El Sueve delante, como si fuera a ser destino y no mero marco visual.

Alimoches, águilas ratoneras y, con seguridad, gamos, aparecerán por el entorno y dejarán un grato recuerdo del paseo. Pronto nos sumergiremos en un bosque de robles y castaños que atraviesa el camino que traemos hasta desembocar en el pueblito de Valles. La Asociación Cultural Bocanegra puede haber pergeñado uno de sus fabulosos eventos musicales para ese mismo día, una buena manera de terminarlo sí, después de comer, quedan ánimos para alargar el cuerpo hasta la fiesta.

Se continúa bajando entre bosques y praderas hasta el río Piloña que nos abandonó al principio de la marcha. Una deliciosa carretera sin sobresaltos por su vereda nos llevará hasta un antiguo y sólido puente que lo cruza para meternos en la población de Antrialgo.

Nos espera allí la excelente mesa de La Posada de Antrialgo www.antrialgo.com Eugenia y Edu no sólo repondrán esmeradamente las fuerzas de los caminantes; convertirán la comida en el adorno definitivo de un buen día.

Para el regreso se puede optar por llamar a un taxi, diez escasos minutos de coche nos separan, si queremos, de una culminante siesta en el hotel. Toda una experiencia.